La situación que padecen las personas refugiadas es cruel y devastadora.
Los datos fríos de la estadística nos dicen que en el mundo hay más de 65 millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares por la guerra, la violencia y graves violaciones de sus derechos fundamentales.
Estamos asistiendo al mayor éxodo desde la II Guerra Mundial.
Porque, además de guerras por el control de las materias primas, a esos países de Oriente Medio les ha tocado vivir en el centro del tablero donde las potencias mundiales juegan con la vida de las personas a la geopolítica, sin pudor, sin vergüenza, sin importarles nada, más allá de sus propios intereses económicos.
Y, ¿Cuál es la respuesta que los Estados de la UE están dando?
Absoluta indiferencia en el mejor de los casos y, en otros, el
cierre de fronteras con muros, vallas y concertinas… devoluciones en caliente, transgrediendo todas las convenciones y tratados internacionales de acogida y respeto a los Derechos Humanos, obligando, mediante represión, a variar una y otra vez las rutas migratorias, haciéndolas más largas y peligrosas, y dejando a esas personas a merced de las mafias.
El colofón llegó en marzo del año pasado con la firma del bochornoso acuerdo al que llegaron con Turquía, para hacernos el trabajo sucio y mantener nuestras fronteras lo más lejos posible.
Y, ¿Cuál ha sido la contestación de la ciudadanía en esta catástrofe humanitaria?
La reacción ha sido contundente. Desde mucho antes de que apareciese la fotografía del niño Aylan Kurdi ahogado en una playa griega, la sociedad civil dio un paso adelante y se desplazó a los lugares donde se requería su participación activa y solidaria.
El pueblo se ha movilizado y reemplazado en muchos casos el vacío institucional: Lesbos…Atenas…Idomeni…Belgrado…Budapest…Calais.. y tantos otros sitios…donde el voluntariado proporciona alimentos, cuidados sanitarios, asesoramiento en trámites jurídicos y, sobre todo, calor humano y un gesto amable.
Y, ahora, apremia participar como ciudadanía en un proceso de incidencia política, tratando de influir en las decisiones que tome la clase dirigente en cuestiones relativas a las migraciones, haciendo un llamamiento a la UE para que implemente de inmediato mecanismos que tengan como objetivo proporcionar un paso seguro a la UE.
Exigiendo que Europa sea tierra de asilo es el mejor homenaje que podemos hacer a la memoria de Aylán y a las miles de personas “sin nombre” que, como él, siguen buscando un lugar donde vivir dignamente.
¡Abramos ya las puertas!